domingo, 25 de mayo de 2014

¿Por qué gritamos cuando sentimos dolor?


Un grito, alarido, chillido (si es agudo e inarticulado) o vociferación es una vocalización ruidosa en la que el aire pasa a través de las cuerdas vocales con mayor fuerza que se utiliza en la vocalización ordinario o cierre a distancia. Aunque técnicamente este proceso puede ser realizado por cualquier criatura que posea pulmones, por lo general los términos anteriores se aplican específicamente a la vocalización humana.

La motivación para gritar varia, y puede ser hecho de manera deliberada, o simplemente, como una reacción. En esencia, el motivo principal, en todas las situaciones, es la comunicación. Estos arrebatos transmiten alarma, sorpresa, disgusto o indignación, o tal vez para llamar la atención de otra persona o un animal.

El miedo y la sorpresa

Cuando los seres humanos se asustan, tienden a gemir o gritar. Esto es a la vez para transmitir el miedo y para llamar la atención sobre sí mismos, aumentando la posibilidad de recibir ayuda de otros. Esta acción también sirve como una posible táctica de defensa, ya que los gritos pueden asustar a un agresor o hacerlo vacilar, lo que da la oportunidad de escapar.

Además, cuando la gente no espera algo y viene de repente, se sorprende. Si una persona se acerca a otra y salta sobre ellas o le grita al oído, o, posiblemente, sacude o sacudidas ellos, los objetivos de tales bromas suelen gritar en estado de shock o sorpresa.
Felicidad

La gente puede gritar cuando vence por alegría o emoción, como cuando se gana un juego, concurso, competencia, o premio.
Peligro y dolor
Gritar para informar a otros del peligro es un proceso evolutivo de los animales sociales. Tal acción puede considerarse altruista, ya que anuncia el peligro a los demás, mientras que al mismo tiempo revela la posición que uno anuncia el peligro.

Con frecuencia, cuando las personas sufren lesiones u otras experiencias dolorosas, tales como romperse los huesos o herirse de bala, gritan de dolor o sorpresa. Muchas veces, estas vociferaciones son acompañadas de llanto y sollozos, y cuando se hace así, puede muy bien ser utilizado el sinónimo "lamento" para describir este tipo de vocalización. Estos gritos pueden ser utilizados para hacer frente a la conmoción de los hechos y también puede ser utilizada por otras personas como una manera de evitar esos peligros.

Existen 3 razones por las cuales gritamos: 1) Espantar a un posible atacante, 2) advertir a otros de un peligro y 3) por llamar la atención.

gritar-dolor



sin embargo, cuando algo nos causa dolor también gritamos para aguantar. Hasta los animales lloran, gruñen o chillan al sentir dolor.


Después de que un grupo de personas fueron expuestas al dolor que provoca el agua helada en el cuerpo se notó que aquellas que gritaron y/o dijeron palabrotas resistieron más que las que no lo hicieron.

Como menciona BBC, la zona de nuestro cerebro donde se originan las palabrotas es la misma donde se esta la amígdala cerebral, que controla la llamada “huir o luchar”, que es decir que nos prepara para afrontar la acción y reduce la sensibilidad al dolor.

Y se vuelve más interesante si tomamos en cuenta que solo las palabrotas y blasfemias provienen de esa zona, pues el resto del lenguaje viene del hemisferio izquierdo.

¿Por qué gritamos?

Se realizó un estudio científico en el que se sometió a los presentes a baño de agua helada. A un grupo se les permitió gritar, insultar y hacer todo lo que quisieran, y el otro, tenían que estar totalmente mudos. ¿Imaginas cuál de ellos soportó mejor el dolor y estuvo más tiempo en el agua helada? Pues sí, el primer grupo. De hecho aguantaron muchísimo más tiempo porque, de cualquier forma, al gritar conseguimos aliviar el dolor físico.

Primero, antes de preguntarnos por qué nos alivia vamos comprender por qué gritamos. Es un instinto natural de nuestro cerebro cuya finalidad tiene varias respuestas. Por un lado gritando conseguimos asustar o intimidar a la persona que nos ha infringido dicho dolor (como un león rugiendo, los gladiadores en la arena o la danza Haka que utilizan los jugadores de Nueva Zelanda en rugby). La segunda teoría presume que gritamos porque queremos advertir a nuestros compañeros de que se alejen porque un peligro les acecha. Y la tercera, la que más nos gusta, es por instinto de protección y por motivos egoistas. Si estoy sufriendo un dolor grito para que alguien me oiga y venga a ayudarme. Cualquiera de estas tres teorías se acoplan y sirven para explicar la función del grito ante el dolor.


Entonces, ¿por qué nos alivia el dolor?

Sabiendo ya el motivo por el cuál gritamos, ahora queremos saber cómo es posible que se alivie el dolor cuando gritamos (directa o indirectamente). Esto ocurre porque las reacciones rápidas forjadas por los instintos se sitúan en la región de la amígdala. Esta se encarga de las funciones más básicas del hombre, como preparar acelerar el corazón o actuar de forma impulsiva cuando tenemos miedo. En este caso, cuando gritamos, y sobre todo cuando decimos palabrotas al sentir dolor, estamos activando el área de la amígdala, ofreciendo respuestas ante dichos estímulos, tales como fortalecer la musculación (por ejemplo, para huir o luchar) o reducir la sensación del dolor para continuar luchando ante el peligro que tenemos delante, en este caso la pata de una silla. 

Así que ya sabéis, si algún día os quemáis con el fuego, os dais un golpe con la pata de la mesa u os pincháis con un alfiler, se producirán en el cerebro los mismos mecanismos que se originan cuando veis un león o un tigre, por lo que al gritar “estimuláis la amígdala” intentado que el enemigo huya asustado y reduciendo el dolor de los posibles mordiscos que os puedan dar ;).

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